De pequeñita siempre me han gustado mucho
las muñecas y los peluches, pero siempre
les miraba a los ojitos porque su expresión
me transmitían muchas cosas, al menos
era en lo que me fijaba, ya podía ser bonita
una muñeca pero si los ojitos no me convencian
ahí la dejaba.
Me acuerdo que un año cuando estaba en el
Hospital clínico, la hermana Nati, que en aquellos
años eran las monjas las que regentaban las salas
me regalo un muñeco que ella le hizo un pijama
y yo le puse el nombre de Pepito, era super lindo
y lo tuve más de 40 años, ya que significaba
mucho para mi, por toda la infancia que viví
entre batas blancas de hospital.
Y es ahora y todavía me gustan, y a veces
cuando paso por un escaparate o las veo
en las casetas de las ferias, siempre
me paro a mirarlas, cierro los ojos y me
embargan esos recuerdos de mi infancia,
aunque sea mayor, creo que la ilusión de la niñez
nunca se debe de dejar atrás y mantenerla
viva, ya que nos hace ver lo bello de la vida.
Angela Ucher Soto
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