No me ofende el silencio que he elegido,
me ofende, sí, el silencio que me impones,
porque pretendes aducir razones
que sólo en tu razón han hecho nido.
Razones que no llegan a mi oído
disfrazadas están de presunciones,
más bien prefiero recriminaciones,
que el mutismo carece de sentido.
El silencio es extraño veredicto
que sin juicio o defensa halla un convicto,
dejando irresoluble su problema.
Si has de callar, callemos. Pero evita
esa mirada torva, que me grita
en su mudez con acritud blasfema.
Fco. Alvarez Hidalgo